domingo, 26 de octubre de 2008

El paquete

Está impaciente. Impaciente y enojado.
Nunca le dijeron que tendría que hacerse cargo durante días de ese mocoso. “Tenés que preguntar todo, Pardo”, le había dicho hace años quien lo inicio en el negocio.
Pero el Pardo nunca terminaba de aprender que el “todo” siempre incluía algún detalle que a él se le escapaba.
Lo habían llamado para que se hiciera cargo del “paquete” por unos días. Ya lo había hecho otras veces. Siempre se trataba de alguna señorita recatada o algún funcionario temeroso que se quedaban quietos ante la sola presencia de los dos metros del Pardo.
Nunca necesito ni siquiera atarlos, así que ya acostumbraba ni llevar una soga.
Había ido a contactar a Beltrán en el sitio habitual, donde le dio las coordenadas: “Habitación 205, del hotel Lincoln. En dos días lo retiramos, no van a tardar en pagar el rescate”

Cuando entró a la habitación y vio el “paquete”, el Pardo tembló por primera vez en su vida. No debía tener más de cinco años y lo recibió con una sonrisa y una pelota en la mano.
Tres días. Tres días caminando por toda la puta habitación 205, trepándose a todo lo que estaba allí... incluido el Pardo.

Agua

Lo había oído en la radio. O en la tele, no estaba seguro: El agua estaba subiendo rápidamente en la ciudad. El río desbordaba.
Cuarenta centímetros, habían dicho. Cuarenta centímetros siempre le había parecido poco. ¿Cuánto eran cuarenta centímetros? ¿La altura de la mesa ratona? ¿Dos o tres escalones?
Pero ahora, cuarenta centímetros, cuarenta centímetros sobre el nivel habitual del río, cuarenta centímetros de ese fluido que siempre había sido azul y dejaría de serlo, le parecía un montón.
No quería creerlo, no quería imaginarlo y sin embargo forzosamente aparecía en su mente la imagen del zaguán de su casa inundado, con algún que otro pez colonizando su territorio.
Lo horrorizaba la idea de tener que irse del lugar en dónde había pasado toda su vida.
Así que cuando vio pasar el agua por debajo de la puerta, empalideció, quiso decir algo, pero solo articuló algunos ecos de un tartamudeo, y cuando su mujer le tomó la mano, despertó.

viernes, 24 de octubre de 2008

Ultima noche

El silencio. Malena recordaba sobre todo el silencio de aquella noche. La ultima. Apenas resquebrajado por algunas notas que le arrebató al cansado piano, y que sólo sirvieron para que el silencio se oyera aun más ensordecedor.
Lo miraba leer, como siempre.
Y, como siempre también, se preguntaba qué estaría pensando. Imposible creerle las incontables veces que el respondía: “Nada”.
“No se puede pensar en nada” le retrucaba ella.
Habían repetido esa escena una y otra vez. Pero esa noche, la última, Malena lo miraba leer, como tantas veces, y no le preguntó nada.
Se dirigió a su habitación, tomó su valija.
Se despidió del piano con una mirada, y partió hacia el bar.
Recién allí, respirando el bullicio y el olor del café tostado, supo que no se sumergiría en aquel silencio nunca más.

jueves, 16 de octubre de 2008

26 pases

Le sonrió a la chica que le entregó los 26 pases y giró la cabeza diciendo
-Ya est...
La frase quedó trunca al ver que detrás suyo, donde unos instantes atrás estaban sus alumnos solo había un par de jubilados con sus carnets en la mano.
Su reacción no fue desesperada, el problema hubiera sido si solo 2 o 3 no estuvieran con el grupo pero que falten los 25 ya de por si dice que no es algo para preocuparse, al menos en lo que es la capa más externa de los miedos.
Guardó los pases en su bolsillo y salió lentamente del predio con la certeza de que no estarían en la puerta, ni siquiera visibles a lo lejos corriendo por la calle.
Pensó unos segundos en el director, en su reproche seguro e implacable, en que tal vez, aunque sea por cubrirse debía avisar a la policia, pero enseguida comenzó a sonreir, solo, en medio de aquella calle, como cuando alguien recuerda una anecdota o un viejo chiste.
En los últimas meses varias veces había caído en letargos interpretativos de su vida, de su carrera, de esas motivaciones que se habían convertido en 4hs en un colegio, 6 en otro, 3 en alguno por ahí y 4 en el más allá.
Sonreía
Sus alumnos eran de 5° año, ya bastante independencia tenían. Metió las manos en sus bolsillos y al tocar los tickets de entrada sin cortar imaginó un buen collage con ellos para el living de la casa.
Sonreía, inclusive ante la impavidez del policia que le tomó la denuncia, ante la empleada del correo que le explicó como llenar el telegrama Ley 23253Sonreía

Equitación

Los lunes siguientes a una competencia son fácilmente reconocibles en las pistas. Los ganadores del fin de semana suelen suspender sus rodeos y dejan en los peones las tareas de cuidado de sus caballos y algunos pequeños vareos para que se recuperen del gasto realizado.
Llovía, esto había disuadido a los otros varios que lejos de la gloria debían cumplir su rutina.
La pista mostraba las marcas de los rastrillos que la alisan, solo que algo moteados por las grandes gotas del comienzo del temporal.
Hoy no hay reunión de la comisión directiva pero sin embargo el presidente del club está dentro de la pista, con su piloto verde y observa mientras fuma.
No son más de las seis sin embargo la oscuridad reinante ha obligado a encender parte de los reflectores que proyectan una luz ocre sobre un niño subido a un caballo cansino y un vareador apurado.

El niño lleva las riendas con desgano, sin firmeza y no endereza su espalda en ningún momento. A veces, lentamente gira su cabeza y mira esa figura que aparece en la sombra a lo lejos.
El cigarrillo se apaga con una gota certera, lo tira, lo hunde con la punta del zapato en la arena.Se da vuelta y sale hacia el estacionamiento.

Postal

(-Que impresentables que son, no se salva uno solo de estos, todos los ministros, los secretarios... tengo que acordarme de la ver la factura de las luz ¿cuanto gastabamos? Cómo hincha esta con el pianito!)
(-Ese puto diario! Y si no es el diario es un libro, es la radio. ¿le joderá al menos este do sostenido desafinado?)
(-Estuve medio pelotudo hoy, tendría que haber cerrado el contrato así, mejor mañana llamo)
(-No llegan ¿vendrán? Siempre llegan tarde y después terminamos a cualquier hora.)
(-Sigue con el pianito esta, si le llego a decir algo empieza la catarata ¿cuando llegarán estos boludos?)

Sonó el tiembre. Él dejó el diario y la siguió hasta la puerta. Cuando la abrieron, él deslizó su mano a través de la cadera de ella.
Sus sonrisas eran calcadas.