domingo, 26 de octubre de 2008

El paquete

Está impaciente. Impaciente y enojado.
Nunca le dijeron que tendría que hacerse cargo durante días de ese mocoso. “Tenés que preguntar todo, Pardo”, le había dicho hace años quien lo inicio en el negocio.
Pero el Pardo nunca terminaba de aprender que el “todo” siempre incluía algún detalle que a él se le escapaba.
Lo habían llamado para que se hiciera cargo del “paquete” por unos días. Ya lo había hecho otras veces. Siempre se trataba de alguna señorita recatada o algún funcionario temeroso que se quedaban quietos ante la sola presencia de los dos metros del Pardo.
Nunca necesito ni siquiera atarlos, así que ya acostumbraba ni llevar una soga.
Había ido a contactar a Beltrán en el sitio habitual, donde le dio las coordenadas: “Habitación 205, del hotel Lincoln. En dos días lo retiramos, no van a tardar en pagar el rescate”

Cuando entró a la habitación y vio el “paquete”, el Pardo tembló por primera vez en su vida. No debía tener más de cinco años y lo recibió con una sonrisa y una pelota en la mano.
Tres días. Tres días caminando por toda la puta habitación 205, trepándose a todo lo que estaba allí... incluido el Pardo.

No hay comentarios: