jueves, 16 de octubre de 2008

Equitación

Los lunes siguientes a una competencia son fácilmente reconocibles en las pistas. Los ganadores del fin de semana suelen suspender sus rodeos y dejan en los peones las tareas de cuidado de sus caballos y algunos pequeños vareos para que se recuperen del gasto realizado.
Llovía, esto había disuadido a los otros varios que lejos de la gloria debían cumplir su rutina.
La pista mostraba las marcas de los rastrillos que la alisan, solo que algo moteados por las grandes gotas del comienzo del temporal.
Hoy no hay reunión de la comisión directiva pero sin embargo el presidente del club está dentro de la pista, con su piloto verde y observa mientras fuma.
No son más de las seis sin embargo la oscuridad reinante ha obligado a encender parte de los reflectores que proyectan una luz ocre sobre un niño subido a un caballo cansino y un vareador apurado.

El niño lleva las riendas con desgano, sin firmeza y no endereza su espalda en ningún momento. A veces, lentamente gira su cabeza y mira esa figura que aparece en la sombra a lo lejos.
El cigarrillo se apaga con una gota certera, lo tira, lo hunde con la punta del zapato en la arena.Se da vuelta y sale hacia el estacionamiento.

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